jueves, 17 de junio de 2010

RAICES



Tiempo atrás, yo era vecino de un médico, cuyo "hobby" era plantar árboles en el enorme patio de su casa.
A veces observaba, desde mi ventana, su esfuerzo por plantar árboles y más árboles, todos los días.
Lo que más llamaba mi atención, entretanto, era el hecho de que él jamás regaba los brotes que plantaba.
Pasé a notar, después de algún tiempo, que sus árboles estaban demorando mucho en crecer.
Cierto día, resolví entonces aproximarme al médico y le pregunté si él no tenía recelo
de que las plantas no creciesen, pues percibía que él nunca las regaba. Fue cuando,
con un aire orgulloso, él me describió su fantástica teoría.

Me dijo que, si regase sus plantas, las raíces se acomodarían en la superficie y quedarían siempre
esperando por el agua fácil, que venía de encima. Como él no las regaba,
los árboles demorarían más para crecer, pero sus raíces tenderían a migrar para lo más
profundo, en busca del agua y de las varias nutrientes encontradas en las capas más
inferiores del suelo. Así, según él, los árboles tendrían raíces profundas y serían más
resistentes a las intemperies. Y agrego que él frecuentemente daba unas palmadas en sus árboles,
con un diario doblado, y que hacía eso para que se mantuviesen siempre despiertas y atentas.
Esa fue la única conversación que tuvimos con mi vecino.

Tiempo después fui a vivir a otro país, y nunca más volví a verlo.
Varios años después, al retornar del exterior, fui a dar una mirada a mi antigua residencia.
Al aproximarme, noté un bosque que no había antes.
¡¡Mi antiguo vecino, había realizado su sueño!! Lo curioso es que aquel era un día
de un viento muy fuerte y helado, en que los árboles de la calle estaban arqueados,
como si no estuviesen resistiendo al rigor del invierno.
Entretanto, al aproximarme al patio del médico, noté cómo estaban sólidos sus árboles:
prácticamente no se movían, resistiendo estoicamente aquel fuerte viento.

Qué efecto curioso, pensé...
Las adversidades por las cuales aquellos árboles habían pasado, llevando palmaditas
y habiendo sido privados de agua, parecía que los había beneficiado de un modo que el confort
y el tratamiento más fácil jamás lo habrían conseguido. Todas las noches,
antes de ir a acostarme, doy siempre una mirada a mis hijos.
Observo atentamente sus camas y veo cómo ellos han crecido.
Frecuentemente oro por ellos. En la mayoría de las veces, pido para que sus vidas sean
fáciles, para que no sufran las dificultades y agresiones de éste mundo... He pensado,
entretanto, que es hora de cambiar mis ruegos.

Ese cambio tiene que ver con el hecho de que es inevitable que los vientos helados
y fuertes nos alcancen. Sé que ellos encontrarán innumerables dificultades y que,
por tanto, mis deseos de que las dificultades no ocurran, han sido muy ingenuos.
Siempre habrá una tempestad en algún momento de nuestras vidas, porque, queramos o no,
la vida no es muy fácil. Al contrario de lo que siempre he hecho, pasaré a orar
para que mis hijos crezcan con raíces profundas, de tal forma que puedan retirar energía
de las mejores fuentes, de las más divinas, que se encuentran siempre en los lugares más difíciles.

Pedimos siempre tener facilidades, pero en verdad lo que necesitamos hacer es pedir
para desenvolver raíces fuertes y profundas, de tal modo que cuando las tempestades
lleguen y los vientos helados soplen, resistamos bravamente, en vez de que seamos subyugados
y barridos para lejos.

"Pero bendito el hombre que confía en mí, que pone en mí su esperanza. Será como
un árbol plantado a la orilla de un río, que extiende sus raíces hacia la
corriente y no teme cuando llegan los calores, pues su follaje está siempre
frondoso. En tiempo de sequía no se inquieta, y nunca deja de dar fruto.”
Jeremías 17:7 y 8


HASTA LA PROXIMA VICTORIA!!!

Pastor Raúl Cuadro