sábado, 15 de mayo de 2010

LA VENTANA



Dos hombres, ambos enfermos de gravedad, compartían el mismo cuarto
semiprivado del hospital.
A uno de ellos se le permitía sentarse durante una hora en la tarde, para
drenar el líquido de sus pulmones. Su cama estaba al lado de la única
ventana de la habitación.

El otro tenía que permanecer acostado, de espaldas todo el tiempo. Conversaban incesantemente todo el día, y día tras día hablaban de sus esposas y familias, sus hogares, empleos, las experiencias vividas durante sus servicios militares y los sitios visitados durante sus vacaciones.
Todas las tardes, cuando el enfermo ubicado al lado de la ventana se sentaba, se pasaba el tiempo relatándole a su compañero de cuarto lo que veía por ella.

Con el tiempo, el enfermo acostado de espaldas, que no podía asomarse por la ventana, se desvivía por esos períodos de una hora, durante los cuales se deleitaba con los relatos de las actividades y colores del mundo exterior.

La ventana daba a un parque con un bello lago. Los patos y cisnes se
deslizaban por el agua, mientras los niños jugaban con sus botecitos a la
orilla del lago. Los enamorados se paseaban de la mano entre las flores multicolores; era un paisaje con árboles majestuosos y, en la distancia, se divisaba una bella vista de la ciudad.

A medida que el enfermo cerca de la ventana describía todo esto con detalles exquisitos, su compañero cerraba los ojos e imaginaba un cuadro pintoresco.

Pasaron los días y las semanas; y una mañana, al entrar la enfermera para el aseo matutino, se encontró con el cuerpo sin vida del señor que ocupaba la cama cerca de la ventana, quien había expirado tranquilamente, durante el sueño.

Con mucha tristeza, avisó para que trasladaran el cuerpo. Al día siguiente,
el otro señor pidió que lo trasladaran cerca de la ventana. A la enfermera
le agradó hacer el cambio, y luego de asegurarse de que estaba cómodo, lo dejó solo.

El señor, con mucho esfuerzo y dolor, se apoyó en un codo para poder mirar el mundo exterior por primera vez. ¡Finalmente tendría la alegría de verlo por si mismo! Se esforzó para asomarse por la ventana...
y lo que vio fue la pared del edificio contiguo

No te niegues a hacer el bien a quien es debido, Cuando tuvieres poder para
hacerlo. Prov. 3:27

El que es compasivo se hace bien a sí mismo, pero el
que es cruel provoca su propio mal. Pro 11:17

Cualquiera que les dé a
ustedes aunque solo sea un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro
que tendrá su premio. Mar 9:41

HASTA LA PROXIMA VICTORIA!!!
Pastor Raúl Cuadro

jueves, 13 de mayo de 2010

COMO EL ACERO TEMPLADO.




Se cuenta la historia del herrero que, después de una juventud llena de excesos, decidió entregar su alma a Dios.



Durante muchos años trabajó con ahínco, practicó la caridad, pero, a pesar de toda su dedicación, nada perecía andar bien en su vida, muy por el contrario sus problemas y sus deudas se acumulaban día a día.



Una hermosa tarde, un amigo que lo visitaba, y que sentía compasión por su situación difícil, le comentó:
"Realmente es muy extraño que justamente después de haber decidido volverte un hombre temeroso de Dios, tu vida haya comenzado a empeorar.
No deseo debilitar tu fe, pero a pesar de tus creencias en el mundo espiritual, nada ha mejorado."



El herrero no respondió enseguida, él ya había pensando en eso muchas veces, sin entender lo que acontecía con su vida, sin embargo, como no deseaba dejar al amigo sin respuesta, comenzó a hablar, y terminó por encontrar la explicación que buscaba.



He aquí lo que dijo el herrero:.........
"En este taller yo recibo el acero aún sin trabajar, y debo transformarlo en espadas.
¿Sabes tú cómo se hace esto?



Primero, caliento la chapa de acero a un calor infernal, hasta que se pone al rojo vivo, enseguida, sin ninguna piedad, tomo el martillo más pesado y le aplico varios golpes, hasta que la pieza adquiere la forma deseada.



Luego la sumerjo en un balde de agua fría, y el taller entero se llena con el ruido y el vapor, porque la pieza estalla y grita a causa del violento cambio de temperatura.



Tengo que repetir este proceso hasta obtener la espada perfecta, una sola vez no es suficiente. "



El herrero hizo una larga pausa, y siguió:


"A veces, el acero que llega a mis manos no logra soportar este tratamiento.
El calor, los martillazos y el agua fría terminan por llenarlo de rajaduras.


En ese momento, me doy cuenta de que jamás se transformará en una buena hoja de espada y entonces, simplemente lo dejo en la montaña de fierro viejo que ves a la entrada de mi herrería."



Hizo otra pausa más, y el herrero terminó: "Sé que Dios me está colocando en el fuego de las aflicciones.





Acepto los martillazos que la vida me da, y a veces me siento tan frío e insensible como el agua que hace sufrir al acero.



Pero la única cosa que pienso es:


Dios mío, no desistas, hasta que yo consiga tomar la forma que Tú esperas de mí.



Inténtalo de la manera que te parezca mejor, por el tiempo que quieras, pero nunca me pongas en la montaña de fierro viejo de las almas. "



Para que un día yo también pueda decir.....




“He peleado la buena batalla,


He acabado la carrera,


He guardado la fe.”


2 Timoteo 4:7



Estoy seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese. Filipenses 1:6

HASTA LA PROXIMA VICTORIA!!!